lunes, 18 de noviembre de 2013

Las Gasolineras

La dependencia que tenemos del combustible, directa o indirectamente, es enorme.  Desde hace años, me sorprende cada día, que un litro de gasolina cueste más caro que dos litros de leche. ¿Qué pensaría Juan el Lechero?, que pasaba por mi calle con su lechera y su jarrita de acero inoxidable, vendiendo la leche que había ordeñado él mismo esa mañana… Leche que hacía nata, sin bautizar, como él decía…
Según tengo entendido, la carretera N340 pasaba por debajo del arquillo del reloj.  Esta imagen, la de una carreta general pasando bajo semejante estrechez, me sugiere que antes, los coches serían muchos menos, irían más despacio y pasarían de tarde en tarde. Cada vez que veo los arañazos que tiene la bóveda del arco del reloj por encima de los riñones, me imagino un camión Barreiros pasando a lo justo bajo la torre, y rozando con el techo la piedra ostionera…
Hubo una gasolinera en la plaza mayor. Después de cruzar el anterior puente grande, que desembocaba en la plaza de España, se cogía la calle Huerta Chica, se pasaba bajo el arco, luego por delante de la iglesia, Plaza del Santo Cristo, y cuesta del Matadero hacia abajo, hasta la Venta el Pilar, que era donde terminaba Chiclana.
Recuerdo las gasolineras de los setenta y ochenta. La del pilar, frente a las ruinas de la ladrillera, bóvedas de ladrillo que habían sido hornos. Estaba sobre la carretera nacional, que ya no tenía que entrar en Chiclana, sino bordearla entre el rio y el castillo.  Había otra gasolinera más hacia Cádiz, pasando la Huerta O’Farrel, creo que es la misma todavía.
Entonces las gasolineras eran diferentes, aunque lo que más ha cambiado es el precio del combustible. Los que repostaban tenían mejor cara. Porque, hoy en día, llenar el tanque es casi una decisión financiera para cualquiera. Los importes, lo que se gasta, nos dejan mala cara después de repostar, por lo menos durante diez kilómetros, hasta que se nos olvida.
Hay más diferencias, y no menores. En primer lugar, en la gasolinera había muchos gasolineros. Hombres amables, a pie de surtidor, con una riñonera de cuero. El bolso tenía un cierre metálico de media vuelta, y los billetes muy ordenaditos. El rizo tenía uno igual para cobrar el canario. Pero el rizo tenía monedas, y los gasolineros  billetes. Cuando llegabas a repostar al surtidor, el gasolinero  se acercaba al coche… Buenas tardes, ¿Cuánto vamos a poner?... Ponga usted doscientas…
Si el cliente era mujer, el gasolinero le pedía la llave para abrir el tapón del depósito, si es que tenía llave. Una mujer no tenía porqué acercarse al surtidor de gasolina, que además de hacer ruido, emanaba vapores de combustible continuamente… Sentado en el coche, recuerdo mirar a través del vapor de gasolina el surtidor de una sola manguera. Los números giratorios, las manchas de grasa, el charco en el suelo, cubierto con serrín… podíamos ver la gasolina, que antes de entrar en el coche, era mostrada a través de una burbuja de cristal, por la que pasaba rítmicamente, según marcaba el run run, del surtidor. Aquel señor dejaba una manguera echando en un coche, mientras iba a atender a otro recién llegado. El aparato no se paraba solo; y, de vez en cuando, el gasolinero daba alguna carrera para parar un surtidor en la cantidad indicada por el cliente, y no pasarse. Podía tener dos o tres clientes a la vez. Como un malabarista, paraba los números giratorios en la posición adecuada, cobraba y daba la vuelta sin equivocarse, mientras controlaba de reojo el contador del surtidor de la señora de al lado, que ha pedido quinientas… Le daba tiempo para saludar a sus clientes, casi todos conocidos, hacer algún comentario y escucharlo…
De la noche a la mañana, desaparecieron los gasolineros junto al surtidor. Desde entonces la inmensa mayoría de las gasolineras son auto-servicio. Y aquella merma de servicios no supuso una bajada de precios, sino todo lo contrario. Surtidores modernos, con muchos brazos, como pulpos, que incluso hablan, que se paran solos... han cambiado el trabajo del gasolinero. Hoy hay que pre-pagar en la tienda, después de hacer cola.
Pero afortunadamente, todavía hoy, detrás del mostrador de diseño, hay un gasolinero, ( o gasolinera). Hacen malabares detrás del mostrador, ofreciéndote la tarjeta de puntos, recargando móviles,  controlando todos los surtidores a través del cristal y del ordenador, cobrando el agua o las patatas fritas, sacando del horno el pan caliente…  Pasando la tarjeta, vendiendo una revista de motos, indicando dónde se encuentra un hotel… Como hombres orquesta, como el gasolinero antiguo, haciendo varias cosas a la vez, y mirando de reojo la siguiente tarea.
Como antes, conociendo a sus clientes habituales y atendiendo con buena cara, que tiene mérito después de tantas horas.
Porque, aunque pase el tiempo, aunque las máquinas sean más modernas y la gasolina carísima; aunque creamos que todo ha cambiado, realmente, lo que importa, que son las personas, siguen al pie del cañón.



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