viernes, 21 de junio de 2013

Las Comuniones



En muchas culturas existe algún tipo de ceremonia o liturgia para marcar el final de la tierna infancia. La circuncisión de los musulmanes, es una celebración familiar parecida a nuestra primera comunión, y sirve para festejar un nuevo hombrecito en la familia. No hacen fiestas, que yo sepa, en honor de las niñas. Los americanos, también a lo suyo, celebran el juramento a la bandera, que es también una religión para ellos. Hay otros ejemplos; y creo que podríamos generalizar diciendo que las celebraciones familiares son una constante en casi todas las culturas; y que estas celebraciones retratan cómo son las sociedades, mostrando por ejemplo, el machismo de unos o la obsesión patriótica de otros.
En nuestra cultura, existió siempre una diferencia. Los bautizos, los más modestos, apenas una merienda para los padres, padrinos y familiares directos. Las comuniones, en un segundo nivel; y las bodas, fiestas por todo lo alto; o por lo menos, lo alto que podía llegar cada bolsillo. En los últimos años, el que más o el que menos, ha asistido a comuniones que bien podrían haber sido bodas.  Varios miles de euros, que es mucho, si tenemos en cuenta cómo están los sueldos. Ha sido frecuente pedir un crédito para pagar la comunión. Antes era impensable.
En los años setenta y ochenta las comuniones eran otra cosa. Sencillamente, se le daba menos importancia, y se le dedicaba mucho menos presupuesto familiar. Los trajes eran heredados y arreglados, o comprados en Los Gómez-Pobres o en El Barato, que con sus nombres reflejaban el tipo de moda predominante en Chiclana. Las niñas también iban de novia y los niños de marinero o almirante. (¿Qué tendrá que ver el ejercito, los militares y los símbolos bélicos con la primera comunión?…)
Además del traje, la foto de comunión era imprescindible. Antes no se hacían tantas fotos y los abuelos tienen todavía colgadas en el salón las fotos de comunión de entonces. Grandes, en marcos dorados y barrocos, niños guapísimos con la mirada perdida y caritas de ángeles.
 Al niño o niña se le solía regalar una cruz o una medalla de la virgen, un libro de comunión en el que firmaban todos los invitados, un reloj… Los niños llevaban un cordón… También nos prestaban, para la foto en la iglesia, una pequeña biblia con las pastas doradas y blancas de nácar. Todos tenemos nuestras fotos. Y una foto de comunión de los ochenta es casi idéntica a una actual.
Pero las celebraciones, los convites, son muy diferentes. Entonces se celebraban casi siempre en la propia casa o en el campo. Una comida, servida por los padres y familiares allegados que hacían ese día de camareros, cocineros y anfitriones. Recuerdo pedir prestadas sillas a mi vecina Manuela (…un beso), y ayudar en la cocina de mi casa a cortar butifarra la noche antes de mi comunión.  He preguntado a amigos de mi quinta, y muchos tienen un recuerdo parecido… llevar los sofás a casa de un vecino,… una matanza en el campo,… que su abuela hizo un gazpacho caliente enorme,… que como no cabían en el salón había varias mesas en habitaciones distintas de la casa…  que los niños jugaban en la calle…
En los últimos treinta años, las comuniones fueron evolucionando, y generando también una cierta economía. Más fotógrafos, más sitios de celebración, más catering… Hace poco, había que contratar con meses de adelanto; y hoy en día, podemos contar muchos establecimientos que viven de las comuniones y de las bodas, aunque no están en su mejor momento. Incluso algunos hoteles del Novo, entraron en este mercado, haciendo la competencia a los primeros y más antiguos, como el Sotillo, o por supuesto, el Pico de Oro. ( … Un beso para Juan Izquierdo, Chiona)
Pero la crisis aprieta, y no está la cosa para celebraciones de miles de euros. Para algunas familias es un problema incluso ser invitado. Hay que comprar vestuario, y algún dinero habrá que regalar. Por eso, muchos optan por no ir, y las comuniones tienen muchos menos asistentes. Además, cosa que me parece bien, no todo el mundo hace la comunión. Muchos padres piensan que ya tendrá el niño edad de decidir sobre fe y estas cuestiones. E igual que hay niños que no dan religión en el colegio, hay niños que no hacen la comunión.
Muchos otros, celebran la comunión en la iglesia, pero no hacen convite. O lo celebran como antes, en sus casas, pidiéndole sillas prestadas a la vecina, y cortando butifarra la noche de antes. Otra vez como en los ochenta.
Bueno, quizás lo otro fue un espejismo pasajero. Una falsa y efímera prosperidad.  En cualquier caso, no se trata de polemizar. Que disfruten de las reuniones familiares de Mayo, sea el convite como sea. La niña o el niño, seguro, por encima de crisis y significados religiosos, disfrutará y quedará guapísimo en la foto que colgará la abuela en el salón.           

Las comuniones



En muchas culturas existe algún tipo de ceremonia o liturgia para marcar el final de la tierna infancia. La circuncisión de los musulmanes, es una celebración familiar parecida a nuestra primera comunión, y sirve para festejar un nuevo hombrecito en la familia. No hacen fiestas, que yo sepa, en honor de las niñas. Los americanos, también a lo suyo, celebran el juramento a la bandera, que es también una religión para ellos. Hay otros ejemplos; y creo que podríamos generalizar diciendo que las celebraciones familiares son una constante en casi todas las culturas; y que estas celebraciones retratan cómo son las sociedades, mostrando por ejemplo, el machismo de unos o la obsesión patriótica de otros.
En nuestra cultura, existió siempre una diferencia. Los bautizos, los más modestos, apenas una merienda para los padres, padrinos y familiares directos. Las comuniones, en un segundo nivel; y las bodas, fiestas por todo lo alto; o por lo menos, lo alto que podía llegar cada bolsillo. En los últimos años, el que más o el que menos, ha asistido a comuniones que bien podrían haber sido bodas.  Varios miles de euros, que es mucho, si tenemos en cuenta cómo están los sueldos. Ha sido frecuente pedir un crédito para pagar la comunión. Antes era impensable.
En los años setenta y ochenta las comuniones eran otra cosa. Sencillamente, se le daba menos importancia, y se le dedicaba mucho menos presupuesto familiar. Los trajes eran heredados y arreglados, o comprados en Los Gómez-Pobres o en El Barato, que con sus nombres reflejaban el tipo de moda predominante en Chiclana. Las niñas también iban de novia y los niños de marinero o almirante. (¿Qué tendrá que ver el ejercito, los militares y los símbolos bélicos con la primera comunión?…)
Además del traje, la foto de comunión era imprescindible. Antes no se hacían tantas fotos y los abuelos tienen todavía colgadas en el salón las fotos de comunión de entonces. Grandes, en marcos dorados y barrocos, niños guapísimos con la mirada perdida y caritas de ángeles.
 Al niño o niña se le solía regalar una cruz o una medalla de la virgen, un libro de comunión en el que firmaban todos los invitados, un reloj… Los niños llevaban un cordón… También nos prestaban, para la foto en la iglesia, una pequeña biblia con las pastas doradas y blancas de nácar. Todos tenemos nuestras fotos. Y una foto de comunión de los ochenta es casi idéntica a una actual.
Pero las celebraciones, los convites, son muy diferentes. Entonces se celebraban casi siempre en la propia casa o en el campo. Una comida, servida por los padres y familiares allegados que hacían ese día de camareros, cocineros y anfitriones. Recuerdo pedir prestadas sillas a mi vecina Manuela (…un beso), y ayudar en la cocina de mi casa a cortar butifarra la noche antes de mi comunión.  He preguntado a amigos de mi quinta, y muchos tienen un recuerdo parecido… llevar los sofás a casa de un vecino,… una matanza en el campo,… que su abuela hizo un gazpacho caliente enorme,… que como no cabían en el salón había varias mesas en habitaciones distintas de la casa…  que los niños jugaban en la calle…
En los últimos treinta años, las comuniones fueron evolucionando, y generando también una cierta economía. Más fotógrafos, más sitios de celebración, más catering… Hace poco, había que contratar con meses de adelanto; y hoy en día, podemos contar muchos establecimientos que viven de las comuniones y de las bodas, aunque no están en su mejor momento. Incluso algunos hoteles del Novo, entraron en este mercado, haciendo la competencia a los primeros y más antiguos, como el Sotillo, o por supuesto, el Pico de Oro. ( … Un beso para Juan Izquierdo, Chiona)
Pero la crisis aprieta, y no está la cosa para celebraciones de miles de euros. Para algunas familias es un problema incluso ser invitado. Hay que comprar vestuario, y algún dinero habrá que regalar. Por eso, muchos optan por no ir, y las comuniones tienen muchos menos asistentes. Además, cosa que me parece bien, no todo el mundo hace la comunión. Muchos padres piensan que ya tendrá el niño edad de decidir sobre fe y estas cuestiones. E igual que hay niños que no dan religión en el colegio, hay niños que no hacen la comunión.
Muchos otros, celebran la comunión en la iglesia, pero no hacen convite. O lo celebran como antes, en sus casas, pidiéndole sillas prestadas a la vecina, y cortando butifarra la noche de antes. Otra vez como en los ochenta.
Bueno, quizás lo otro fue un espejismo pasajero. Una falsa y efímera prosperidad.  En cualquier caso, no se trata de polemizar. Que disfruten de las reuniones familiares de Mayo, sea el convite como sea. La niña o el niño, seguro, por encima de crisis y significados religiosos, disfrutará y quedará guapísimo en la foto que colgará la abuela en el salón.           

martes, 18 de junio de 2013

... Y jugar en la calle


Hace unos años no quedábamos para salir.Simplemente salíamos , y nos encontrábamos en la calle. Los niños no teníamos móviles, ni los adultos, ni nos dábamos toques, ni teníamos WhatsapGuasa si, guasa teníamos lo mismo que ahora.

Y es que los niños son los niños, y eso no ha cambiado demasiado en los últimos treinta años. Aunque hoy los colegios están mejor equipados, los niños estudian inglés y nacen sabiendo informática, los padres parecen taxistas llevando niños a mil extraescolares, y ellos pasan más tiempo viendo videos de Willy Rex  jugando al Callof Duty en el Youtube, que delante de la tele.

A veces me sorprendo dándole la charla a mis niños, cuando entran en esa especie de trance con los auriculares puestos. Esas veces que están pero no están, absorbidos por la pantalla, como hipnotizados. No me gusta demasiado la idea de reivindicar el pasado. Podría entenderse que defiende uno, aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor; y, nada más lejos de mi opinión. Pero… hijos míos de mi alma, salid a la calle a que os dé el aire…

En mi barriada, que recordamos juntos la semana pasada, se jugaba en la calle, en la huerta o en el callejón;en las albinas, en la fuente, o en el pinar prohibido.

Cuando llegábamos del colegio por la tarde, porque había colegio mañana y tarde, cogíamos de casa el bocadillo a dos manos para que no se escapase, y salíamos corriendo a la calle. … Espera, ¡Tómate la leche!...,decían nuestras madres… bébetela como si fuera agua; y nosotros, después de apurar el vaso, con los labios manchados de blanco y el bocadillo bien agarrado salíamos en busca de la aventura diaria.
Y no hacía falta casi nada: dos piedras-portería o una botella-balón. Porque antes las piedras podían ser porterías y las botellas de suavizante, las azules grandes que son las buenas, podían servir para jugar a la botella. Las niñas tenían suficiente con un elástico, o una cuerda; y si no, hacían juegos con las palmas una enfrente de otra. Jugaban a saltar… Doña Inés cuántos hijos va a tener 1, 2, 3… y saltaban haciendo combas hasta tener una familia imaginaria cargada de chiquillos. O… Chi-e, se enamora de todas las chicas que ve, Chi-e… pisando el elástico una u otra vez. Primero a la altura de los tobillos, al uno; luego en las pantorrillas, debajo del culo, en la cintura, en las axilas, y finalmente en el seis, a la altura del cuello

Los niños éramos mucho más brutos. Recueroespecialmente el juego del burro. Los de un equipo,inclinado y agarrados unos a otros, formaban una larga hilera de espaldas en posición horizontal, sobre las que saltaban todos los del otro equipo, uno a uno, con el objetivo de quedar encima, sin caerse. También jugábamos al marro, o al guardia, o al galope al trote… juegos muy distintos a los de las niñas, en los que ganaban los más fuertes, o los más ágiles, y que solían terminar con el comienzo de la noche, o porque alguien salía chocado o lesionado.

En la Longuera, antes del instituto Picasso, y antes de que pusieran allí la feria, no había nada. En invierno estaba anegada, y por este tiempo, con las calores, aquella laguna se secaba dejando una gran superficie perfectamente plana. Parecía una enorme piel de cocodrilo, con esas lascas de fango agrietado, comoescamas de tierra seca. Aquello era para nosotros un magnífico campo de beisbol, aunque nosotros lo llamábamos jugar al bate, que era básicamente igual que el beisbol, pero con una pelota de tenis y con un palo cualquiera… y con piedras señalando las bases. Siempre con piedras.

Sobre aquellas piedras hicieron una calle nueva,  y al otro lado de la calle, un instituto de FP, y dentro del instituto unas pistas deportivas. ¡Unas pistas deportivas!
Ya mayorcitos, saltábamos la valla y jugábamos alfutbito y al baloncesto, en porterías y canastas de verdad. Al principio estaba prohibido, pero luego, al contrario, decidieron abrir el centro por las tardes. Un vecino de por allí, el barba, montó un equipo de jockey con los chavales del barrio. Ganaron varios campeonatos de Andalucía, y participaron en los de España, ganando a equipos de grandes ciudades, mejor equipados y más pijos. Y sobre todo, el deporte los alejó de otras aficiones más peligrosas que estaban comenzando a ponerse de moda entonces. Lamento no recordar el nombre del entrenador de jockey. Ahora que lo pienso, hizo bastante bien.

Bueno, vuelvo a dar la charla del abuelo cebolleta recordando el pasado reciente… mientras mis hijos tienenotra vez los auriculares puestos y toquetean el móvil…

No me parecería acertado repetir aquellos estereotipos, dónde los niños jugaban al burro hasta hacerse daño, y las niñas cantaban canciones de tener muchos niños, o el así fregaba y el así planchaba… pero, no puede ser malo un poquito de aire. ¿no? Un poquito de calle.

Por mi parte, si uno de estos días me cruzo con alguno de aquellos niños con los que jugaba en la calle, le preguntaré el nombre de alguno de aquellos juegos, o cómo se jugaba… seguro que lo recuerda. Seguro que teviene bien recordarlo.

Mi Calle


En la escuela de arquitectura, con veinte años, un díame acordé de mi calle. Un catedrático de postín nos impartió una clase magistral, que así se llama, sobre morfología urbana; y, con un lenguaje forzadamente complicado que todavía no entiendo del todo (creo que nadie lo entiende), nos explicaba lo que era un suburbio: Calles en trama perpendicular, estrechas, de cinco o seis metros, y  parcelas de diez por diez, en las que cada cual se autoconstruye su casa, como puede. Implantación en las afueras, en zonas bajas, a veces inundables, con pocos espacios verdes y casi ningún equipamiento social.  Vaya, el hombre se despachó a gusto. Peor, no lo podía poner…
¡Mi Calle!, pensé yo. Mi calle está en un suburbio.
Yo nací y me crié en Nuestro Padre Jesús. Cuando era pequeño, y me preguntaban dónde estaba aquello, yo siempre decía que en el camino del cementerio. En la soledad. En Chiclana, y en muchos pueblos de Andalucía, de los que aquel catedrático sevillano nunca había tenido noticia, eran normales las barriadas de este tipo. Y créanme, no estaban tan mal. Aquel día descubrí que a veces, los catedráticos no tienen ni idea de lo que hablan, y que como los demás, repiten estereotipos. Cuanto más profundizaba en la descripción de los suburbios, y sentenciaba cómo funcionaban, qué tipos de problemas urbanos se daban, qué carencias sociales existían… cuanto más negro lo pintaba el anciano profesor, más me daba yo cuenta de que no tenía ni idea. Porque, él no había vivido lo que hablaba, y yo sí:
En mi calle no había casas autoconstruidas, sino casas hechas al gusto de cada uno. No había boquetes, sino hoyos para jugar a las bolas; y no había problemas sociales, sino los problemas de cada uno, que se comentaban abiertamente, como si casi todos fuésemos familia.
Las puertas de las casas solían estar abiertas, y siempre había una copia de las llaves en casa de alguna vecina. Recuerdo que si llegaba del colegio por la tarde y no había nadie en mi casa, podía coger la llave que estaba colgada en la casapuerta de Manuela, o entrar por casa de mi vecina Loli, y saltar de una a otra azotea. Era normal que las vecinas tomaran café juntas en la cocina de una de ellas; era normal que a media mañana, mi vecina Isabel entrara para comentar a mi madre alguna cosa, mientras pelaba una patata que traía en la mano, y se echaba las mondas en bolsillo del delantal. Era normal que si la hora de comer nos sorprendía en casa de una vecina, nos pusiera un plato de comida como un hijo más.
Definitivamente aquel catedrático no tenía ni idea. Aquello era mucho más complejo y más rico de lo que él creíaBueno, en algunas cosas tenía razón. Zonas verdes no había. Nosotros jugábamos en la huerta de había al lado. E íbamos de expedición al rio, o al pinar prohibido, o a coger moras al árbol que había en la fuente, o a la cantera, o al pozo Piñero.  Se iba mucho la luz, como hoy viernes, y casi nadie tenía teléfono. Pero podíamos dar el teléfono de  Inés. Durante años, mi padre, que trabajaba fuera de lunes a viernes, llamaba todas las tardes a casa de Inés. Inés venía a nuestra puerta, y nos avisaba. Entrábamos en su salón, todos los días, a hablar por teléfono. Ellos seguían cenando, como si tal cosa, y nunca se quejaron, al contrario.  No teníamos teléfono, pero teníamos vecinos… Después las hijas de Manuela recibirían las llamadas en mi casa, durante las milis de sus novios.
Era normal pedir un vaso de azúcar, o de harina. Recuerdo perfectamente la tarta de zanahoria que hacía Manuela. Era normal dejar a tu hijo con una vecina si tenías que salir. Era normal ayudarse; y también criticarse y enfadarse, supongo. En aquel suburbio chiclanero, igualque en otras calles de Chiclana, había algo que ha desaparecido. No sé qué es. Pero ya no está. Ya no lo veo.
¿Y qué me dicen de las noches de verano? Los vecinos sacaban las sillas a la puerta para tomar la fresquita. Yo me sentaba al lado de mi vecino Salvador, que leía una novela del oeste de Marcial Lafuente; o junto a mi vecino Juan, del PCE, que a veces hablaba de política, y que tenía en su casa un cuarto lleno de propaganda, en el que había reuniones.
Me encantaba sentarme con los mayores y escuchar sus conversaciones. Yo era un niño muy curioso y algo entrometidoMe gusta pensar que sigo siéndolo, niño y curioso.
Ahora, veinte años después de aquella clase magistral, y de aquellas palabras rebuscadas delcatedrático, estoy todavía más convencido de que se equivocaba. Y de que aunque haya estudiado o leído o viajado un poco; y por más que me esfuerce en buscar, si me paro un poco, y pienso, descubro que soy muy poco más de lo que era entonces. Descubro que soy todavía un niño entrometido sentado a la fresquita, en el escalón de la puerta de su casa.

... Un campito en Chiclana

  ¿Tú eres de Chiclana?, le dije a un colega que acababa de conocer. No, yo vivo en Cádiz, pero mi padre tenía un campito en Chiclana.
En alguna medida, mi reciente colega se considera chiclanero. Me contó que de niño pasaba los veranos y muchos fines de semana en su campo, en el Pago del Humo. Descubrimos que compartíamos recuerdos de infancia, aunque no nos conocíamos. De aquella agradable conversación surgen estas líneas…
Chiclana ha sido desde siempre un pueblo que ha tenido que apañárselas solo. Sin ejército, administración o industria, nuestro único capital siempre fue la necesidad, de la que hemos tenido la capacidad de hacer virtud.  Antiguamente, obligados por esta necesidad, había que tener un trozo de tierra, para completar con el producto de ésta lo poco que se ganaba. Mi amigo Pepe Mier lo dice muy bien, cuando evoca que entonces, en Chiclana se echaba la peoná y el rato. Es decir, se iba a trabajar a sueldo a las tierras de otro, por cuenta ajena; y luego, robándole horas al día, se echaba el rato en lo de uno.  El afán de cualquiera era poder dejar en herencia un trozo de tierra a cada hijo. Era lo que había.
Más modernamente, cuando los sueldos se fuerondignificando, en el campo de cada uno se sembraba pero también se disfrutaba. Trabajadores de Astilleros y otras grandes empresas de la bahía, muchos de ellos venidos de la sierra o de la Janda, y que no terminaban de adaptarse a vivir en un piso en Cádiz, se compraron un campito en Chiclana.
A principios de los setenta se parcelan muchas tierras, ya históricamente muy divididas; en el pago del humo, en el marquesado o en el sotillo. Comprarse una parcelita vacía era asequible para una clase trabajadora con un sueldo estable, y que aspiraba a mejorar. Aunque esto es mucho más antiguo, creo que en estos años toma fuerza el papel de Chiclana como municipio de veraneo o de segunda residencia en la bahía.
Y digo residencia, porque los campitos fueron evolucionando. Tanto, que ahora se llaman chalés.
Entonces, se comenzaba con un cuarto para los tiestos. Junto a la hilera de tomates y pimientos manchados de azufre, junto al cortinar o entre los ciruelos y la higuera, se levantaban cuatro paredes  y un techo, que servían también como “paraero”. No hacía falta más. Se iba a casa de López, de Vipren o de Román, y te daban los materiales fiaos, avalados solamente la confianza, que no es poco. Se asumía el riesgo de vender fiado, y el trabajo de cobrar poco a poco; y de este modo, además de ganar dinero, lógico, ayudaron a muchos. Para levantar el cuarto siempre había gente. En fines de semana, amigos y familiares se ayudaban, gracias a otra buena cualidad de los chiclaneros: el hoy por ti y mañana por mí.  
Por este método autárquico, dentro de una ilegalidadleve y consentida socialmente, ha sido construida la mayor parte de la superficie de Chiclana. Muchas zonas se han legalizado, y se han dotado de servicios en las últimas décadas: Casi toda la playa, mogarizas, las rapaces… Otragran parte, se ha pretendido regularizar recientemente mediante el Plan A, el Plan Anulado; y, hora se dice que habrá un Plan B. Aunque la verdad, los que tienen que decidir no deciden, o lo que es peor, prefieren ocuparse de otras cosas.
La ley del suelo Andaluza de 2003, se equivocó al decir que en Andalucía no había casas en el campo. Porque, a diferencia de la ley anterior, que permitía construcciones de viviendas en Suelo no Urbanizable, se prefirió creer que bastaba con prohibir, para que desapareciera una costumbre y una tradición muy arraigada en toda Andalucía. No debe enfrentarse la ley a la costumbre de un modo tan pueril. Solo se generarán conflictos y situaciones difíciles de gestionar.
La Junta de Andalucía parece rectificar. Porqueteniendo una ley del suelo que no permite las viviendas en el campoha creado otra ley para regular la dotación de servicios básicos a estas viviendas que no existen. Estopodría calificarse como una actitud un poco esquizofrénica, Pero creo firmemente que la nueva ley está bien, y que permitiría, si los Ayuntamientos hacen su parte, desbloquear problemas de abastecimiento de servicios básicos a muchas personas que no los tienen. Esta es una cuestión diferente y más urgente que la política territorial. Aunque debemos asumir que nos hemos cargado gran parte de nuestro territorio, sobre todo en el litoral.
En cualquier caso, la verdad es que ya apenas existen campitos: donde estaban sembrados los tomates y los pimientos, alguien puso césped, u hormigón impreso. Donde estaba la higuera, que ocupaba mucho sitio, alguien hizo una barbacoa. Donde había una manguera para regar y refrescarse, o un pilón, ahora hay una piscina. Y  donde había un cuartito y un paraero, hay un chalé con tejitas.
lo que es más importante, donde había una persona que iba al campo sabiendo que iba al campo; donde había una persona que se conformaba con un cuartito junto a sus tomates; ahora hay un ciudadano, hipotecado hasta las cejas, que exige servicios públicos básicos como los demás. Y tiene razón.

Los Males

  Me gusta bromear utilizando un lenguaje cerrado, de Chiclana, que normalmente no se comprende a la primera. El otro día, un conocido me preguntó que si iba a tener más hijos, y respondí que no; que iba a coger la carterilla a Vargas Ponce pa arreglarme…
¿Cómo?, me dijo sorprendido y sonriendo estechiclanero nacido en Granada. Yo le devolví la sonrisa y le expliqué, mientras apurábamos el café, tirando de memoria:
Uno de los primeros recuerdos que tengo de los médicos es una conversación con mi madre sobre el asunto. Mi pediatra era del Dr. X, que también tenía su consulta privada. Si el enfermo no podía desplazarse al ambulatorio, el médico del seguro lo visitaba a domicilio,pero según su disponibilidad. Mi madre, prefería llamarlode pago, sacando el dinero no sé cómo. Es decir, llamaba  a la consulta privada para garantizarse que el médico del seguro acudiría, sabiendo que la visita era de pago. Después de extender la receta correspondiente, el médico cobraba su visita con toda naturalidad y salía de casa. Yo quedaba en la cama de mis padres; porque antes, recibir al médico era todo un acontecimiento, y para ello, al enfermo se le presentaba en la mejor cama y con las mejores sábanas limpias.
Pagaba mi madre al médico dos veces: con el seguro y con dinero encima, como solemos decir. Ahora, cuando se habla de pagar por algunos servicios sanitarios, pagaruna segunda vez, se pretende volver a aquello, aunque por razones distintas.
En los setenta la mayoría de los niños nacíamos en casa, asistidos por las comadronas, a las que se llamaba con los primeros dolores de parto. Los practicantes visitaban también a domicilio, como ahora, para hacer las curas o poner las inyecciones. Recuerdo especialmente a Juanito el Chico. Una buena persona. Es curioso cómo al practicante se le llamaba por el mote, y a los médicos, en cambio, con el Don por delante. Hoy lamentablemente se ha perdido bastante el respeto a todos. Ahora y antes, médicos, comadronas y practicantes tenían mucho saber ymucho oficio, pero pocos medios.
En la Chiclana de los ochenta había un ambulatorio y no teníamos consultas de especialistas. Íbamos temprano para coger número. Al final de la larga cola, el celador tenía un taco numerado, uno por cada médico, como los tacos de papeletas que se venden en el estanco de la calle la Vega. Sin levantar la cabeza de la mesa, repartía todos los números. Si llegabas y no quedaban, tenías que esperarpara que te vieran por urgencias.
Cuando un niño llegaba con una brecha, y créanme que antes los niños se chocaban más que ahora, si el practicante o el médico no lo veía claro, decían, “esto espa Cádiz”. El ir a Cádiz, para asunto de males, llevaba implícito que los males revestían una cierta gravedad, solo superada por la expresión “estar ingresao”.
Ir a Cádiz en transporte público era una odisea. Primero, el canario en la plaza de Andalucía. No sé sipasaba cada hora o cada media hora. Una vez en San Fernando, en otra parada situada a unos cien metros, había que coger otro autobús, la carterilla para ir a Cádiz.Aquella era la parada porque la gente sabía que era allí, en la puerta del freidor, porque señal no había ninguna. Comolos autobuses eran de empresas distintas, y porque para estas cosas del transporte público, antes había menos sentido común que ahora, la correspondencia entre los dos autobuses no estaba garantizada. Es decir, podías llevarte media hora esperando en la puerta del freidor… Si era a la ida, se probaban los churros; y si era a la vuelta, elpescaito frito en papel de estraza, que es como está bueno.
En el ambulatorio de Vargas Ponce, nos encontrábamos con gentes de Conil, de Medina, deVejer… y de más sitios. Todos para ver al especialistacorrespondienteRecuerdo aquello como los hospitales de campaña de las películas de la segunda guerra mundial. Muchísima gente, con vendas y caras pálidas, esperando y esperando, sentadas, si tenían suerte, junto a las puertas de las consultas. Las paredes alicatadas con azulejos alargados de un color verde claro sucio, algunos rotos. Las puertas, con más manos de pintura blanca que un barco, y algún fluorescente parpadeando, para hacer ambiente… ¿Por qué hora va?... Acaba de entrar el de la diez y cuarto… ¡Pero si son las doce…!  
Supongo que con un par de minutos te tenían para cada paciente, era frecuente escuchar el sabio comentario:“he venido hasta aquí, y ni siquiera me ha registrao. Expresión popular que resume bastante bien aquello, mejor que cualquier encuesta de calidad de las que modernamente se hacen.
De modo que, recordemos, también con humor. En materia de saludsería bueno que volviésemos a tratar con el máximo respeto a todos los profesionales. Necesitan apoyo. Hay que valorar y defender lo que tenemos: Un buen y mejorable sistema sanitario público. Es decir, de todos.
En cualquier caso, deseo que tengamos que ir al médico lo menos posible, por muy cerca que esté y por muy bonito que sean los azulejosQue no habiendo males…
chiclanareciente@blogspot.com