domingo, 24 de marzo de 2013

Verano Azul



Es inevitable idealizar el pasado. En mi infancia, los veranos se pasaban en la playa. Algunos vecinos de mi calle alquilaban tres o cuatro casetas de madera, todas seguidas. (Antes, ser vecino era diferente). Las casetas estaban especializadas: una hacía de cocina y almacén, y en las otras se dormía. La vida se hacía fuera, lógicamente, y por la noche, cada pareja montaba su caseta de tela, a cierta distancia unas de otras: Suites nupciales hechas de telas de cuadros… No podía existir un chalet mejor; aunque por cierto, no recuerdo un cuarto de baño.
Era todo un universo lleno de personajes de verano: Un lotero que vendía cupones, diciendo que no te iba a tocar; el cobrador del canario, el rizo, que llenaba el autobús, (vamos pa’atrás, vamos pa’atrás…), el vendedor de sultanas de coco y huevo, que sigue todavía, pero con menos voz. (¡Sultanas de coco y huevo, oiga!)
Los niños íbamos de aventura en aventura. A las rocas, a coger cangrejos, al moral de la tercera pista, a las dunas…  pero el momento cumbre del día, el verdadero acontecimiento, era la pesca de la parpuja. Durante el día dejaban el barco cerca de nuestras casetas, en la arena. Al caer la tarde, los pescadores, con gorras y camisas anudadas en la barriga, hacían un pasillo con traviesas de madera hasta la orilla. Por la hendidura de las traviesas se deslizaba la quilla del bote cargado con las redes. Todos empujábamos y muchos acudían con un plástico en la mano.  El bote esperaba a una cierta distancia, y desde la orilla se observaba la superficie del agua, buscando brillos, gaviotas, o un cierto hervor mágico, que yo nunca fui capaz de ver a pesar de que me ponía junto al pescador más viejo y miraba al mismo sitio. ¡Por allí!, ¡Por allí!... ¿No lo ves?... Desde el bote se lanzaba hacia la orilla una boya atada a una cuerda, y uno de los pescadores se metía en el agua para sacarla, trayendo consigo un extremo del cerco. El bote iba largando red y se desplazaba  a remo, rodeando el banco de parpujas para encerrarlas en el copo. Una vez hecho el cerco remaba hasta la orilla a toda velocidad, trayendo el segundo extremo de la red.  Alguien coordinaba, hasta que los extremos estaban parejos, y el copo iba acercándose poco a poco a la orilla. Dos filas enormes de gente que tiraba con fuerza, todos a una. Supongo que los pescadores contaban de antemano con que la gente ayudaría a sacar el copo, de otro modo habría sido imposible.  El final era increíble. Un milagro. Uno de los pescadores se metía en el copo lleno de parpujas hasta las rodillas. La gente formaba un corro y sostenían la red; otros cogían los peces que se escapaban en cubitos o en plásticos.  La pesca se metía en cajas; pero, una parte se vendía sobre la misma arena, a puñados. Muchas veces las parpujas eran nuestra cena, fritas inmediatamente y formando manojos… Hasta hoy, nunca he visto un espectáculo mejor.
Otro lugar de referencia en la playa de entonces eran los chiringuitos. Quintos de cerveza y Fantas con cañita sobre mostradores de chapa con publicidad de Cruzcampo. Techos de cañizo, suelos de zahorra y las mismas sillas de madera que en las casetas de feria… Tenían bebidas fresquitas, patatas fritas de paquete y algunas tapas; aunque la gente solía traer la comida de casa, para gastar menos. Los chiringuitos eran y son un punto de encuentro y un lugar de referencia en la playa. Sobre la arena, con pocos medios, ellos fueron los primeros empresarios del sector turístico en Chiclana. Fueron los pioneros, y algunos de ellos continúan a través de sus hijos. Se han reciclado varias veces, como todos nosotros, invirtiendo su esfuerzo y su dinero. Los chiringuitos se han adaptado a la ley de costas y a las nuevas exigencias, cada año, del ayuntamiento, de leyes sanitarias y del mercado. Cocinas industriales alicatadas hasta el techo, cámaras frigoríficas,   lavamanos de pedal… y diseños de madera estilo Cancún.
                Hace unos días se han subastado los chiringuitos para los próximos años; muchos hosteleros de fuera, incluso extranjeros, están muy interesados, y puede que desplacen a los actuales adjudicatarios. Al parecer se valora sobre todo la oferta económica y no la experiencia. Puedo estar equivocado, pero creo que en general, cometemos un error. No debemos idealizar el pasado porque es bueno e inevitable evolucionar,  pero cuidado con despreciarlo y reducirlo todo a una simple cuestión de dinero. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Si no estudias, serás basurero



En “los Agustinos”, en plena transición, éramos felices y cuarenta por clase. Un par de semanas después de que se tomara esta foto, un guardia civil entró en el congreso y gritó su ya famoso “todo el mundo al suelo”. En Chiclana un par de vecinos armados con escopetas de caza y que añoraban el pasado, se personaron en el cuartel de la Guardia Civil, animados por el golpe, poniéndose a disposición del comandante de puesto, para lo que hiciera falta. El guardia civil, con gran sentido común, los mando a casa. Al día siguiente no hubo clase, y recuerdo que en la tele pusieron una película de un lechero-boxeador.




Los maestros eran curas, aunque ya empezaban a dar clases maestros y maestras normales, como nosotros decíamos. Hoy soy consciente de que las condiciones del colegio no eran las mejores: El patio estaba comunicado por una ventana con el calabozo municipal. Nosotros le decíamos la cárcel. Habían colocado entre las dos rejas de la ventana una tela metálica de gallinero muy tupida, de agujeros del grosor de un cigarrillo. Los presos solo querían conversación. Supongo que para ellos, ver el recreo desde la ventana sin poder salir, era un verdadero castigo. Como cuando nos castigaban a nosotros. Por cierto, en mi colegio, a veces, pegaban. En las clases había una clarísima segregación: Los listos, unos pocos que siempre sacaban buenas notas; los torpes y los normales. Ya en séptimo y octavo aparecieron  los gamberros, normalmente repetidores, que recordarían mejor que los demás la malla de gallinero de la ventana del patio…  Hoy no quiero trasladar ningún panorama desolador. Éramos felices, y aquel colegio, a la mayoría de nosotros, nos enseñó mucho y bien.

Pero, mi generación fue educada por un sistema esquizofrénico, en el que coexistían dos Españas con valores irreconciliables, pero que trataban de construir una convivencia pacífica. Hoy pienso que el éxito de nuestra transición se fundamentó en no decir ni hacer demasiado.  En el colegio, por supuesto, no se trataban estos asuntos, solo en el bachillerato, casi diez años después y muy tímidamente. Como decía, hemos sido una generación anestesiada. Nuestros padres lo habían pasado mal, mucho peor que nosotros, pero callaban. Nos educaron en unos valores entonces irreales y teóricos; uno valores a los que la sociedad aspiraba, pero que a nosotros se nos trasmitieron como si nuestra democracia tuviese doscientos años, y estuviese consolidada. Cuando recuerdo la inocencia de Heidi y Marco, barrio sésamo, la gallina Caponata y el gallo Quiriko… me viene a la memoria una frase de un cura de entonces: Si no estudias, serás basurero. Esta sentencia resume un mensaje que todos creímos a pie juntillas, y que ha influido muy negativamente en los que nacimos en los setenta. En primer lugar, porque ahora sabemos que ser basurero no es ningún fracaso personal ni ninguna deshonra. Por supuesto.  Además, ¿Porqué no basurera? Y final  y desgraciadamente, con el tiempo pudimos comprobar que no solo bastaba con estudiar.  También hacía falta tener padrinos, ser hijo de, o que puedan ayudarte un poquito… pero de esto no se hablaba. Se dio por sabido.

En medio de la actual situación económica y crisis de valores, los niños de nueve años de hoy también sonríen. Hemos vivido en nuestra historia muchas caídas y resurgimientos. Esta vez es distinto. Creo que por primera vez, en esta crisis, los hijos lo tienen más difícil que sus padres. Por eso espero que en esta nueva y necesaria transición, no nos quedemos cortos otra vez, ni tratemos a los jóvenes como a imbéciles. 

sábado, 9 de marzo de 2013

Chiclana. Memoria reciente.


La Memoria Reciente

Comienza hoy mi modesta colaboración en el diario, deseando que éste artículo sea el primero de muchos. Quiero dar un cariñoso abrazo a mi predecesor en este espacio, a Pepe MierMe gustaría ser capaz de imitar la calidad de sus artículos, su amor por Chiclana y otras facetas de su vida, que se me antojan ejemplares. Es un honor.

Aunque no tengo experiencia en estos menesteres, la intuición me dice que es conveniente hacer una presentación de estasección, Chiclana, memoria reciente. Con una mirada social y no necesariamente actual, pretendo recordar vivencias eminentemente chiclaneras. Me gustaría compartir con ustedes mi particular MEMORIA DE CHICLANA.

La memoria admite varias clasificaciones, y según la antigüedad de lo recordado, podemos hablar de memoria inmediata, reciente o remota. La MEMORIA INMEDIATA se centra en la vida cotidiana y nos permite conocer el hoy mismo, de una manera fugaz, insustancial diría yo. Es una memoria operativa, necesaria, pero poco trascendente. En cualquier ciudad, la actualidad ocupa casi todo el espacio. Puede que estemos excesivamente centrados en lo actual, dando vueltas a lo mismo, sin ser capaces de ver un poco más allá. No escribiré sobre la actualidad ni entraré en polémicas de moda. Al memos no directamente.

Al contrario, lMEMORIA REMOTAo memoria histórica, es la encargada de recordar, clasificar y hacernos aprender de las experiencias más antiguas. Recuerda y estudia con gran detalle hechos históricos en detrimento de recuerdos más recientes. Tanto los historiadores como los viejos, y sobre todo los historiadores viejos, saben que la memoria puede sertambién, en cierta medida, un género de ficción. Rememorar o revivir, es también reinventar. Por eso, es imprescindible tener acceso a muchas versiones de nuestra Historia. En Chiclana se ha potenciado en los últimos años, creo que acertadamente, la investigación y difusión de nuestro pasadoYo por mi parte, dejaré la historia para los historiadores, y salvo alguna excepción, este espacio se centrará en nuestra MEMORIA MÁS RECIENTE. Puedo estar equivocado, pero creo que nos ocupamos poco de revisar nuestros últimos treinta años.

Nací en Chiclana en 1972, durante el baby boom de los 70. Cuando tenía nueve años, en 1981, según el INE, en Chiclana vivían 36.203 personas; en 2012, 82.565Esta explosión demográfica ha sido causa y consecuencia de un profundo cambio de modelo de ciudad (si es que alguna vez tuvimos un modelo). Veinte mil Chiclaneros no han conocido la Chiclana delaño 2000. Y cuarenta mil de nosotros no puede contribuir a nuestra memoria colectiva, sencillamente porque no estaban aquí hace un par de décadas.

Pretendo compartir algunos de mis recuerdos con aquellos chiclaneros y chiclaneras que no conocieron Chiclana en las décadas de los ochenta y noventa. Será mi versión, quiero ser sincero. Como dije antes, pienso que la memoria es también una manera de inventar. Espero esbozar un retrato honesto de la sociedad local. Espero la complicidad de quienes recuerden las salidas en la Plaza de España, en los bares Madrid, Rebufo o el Quinientas; espero un guiño de los que estaban todo el día en el poli, en equipos sin equipaciones; espero recordar las casetas de madera en la playa, cómo eran los colegios, el instituto, la vida sin ordenadores pero con clases de mecanografía, los juegos en la calle… espero sobre todo,recordar lo que éramos y lo que soñábamos antes de esta última fase de ladrillo-dependencia. Puede que tengamos que retomar los planteamientos de entonces.

Chiclana está inmersa en un período de profunda desorientación. Los años anteriores a la crisis trajeron ingentes cantidades de dinero, que parece haber desaparecido tan rápido como vino. Lo cierto, si somos auto-críticos, es que esta riqueza pasajera no ha sido aprovechada para construir un proyecto colectivo sostenible para las generaciones siguientes. Como nos recuerda Pepe Mier, Chiclana parece reinventarse con cada generación, que construye, desarrolla y agota cada vez, un nuevo y efímero modelo económico. La vocación de Chiclana está otra vez por redefinirUna vez más en nuestra historia estamos en una profunda depresión tras un período de esplendor. Y de nuevo, toda una generación tiene que reinventarse. Para esto, no puede ser malo recordar quienes somos y de lo que somos capaces. Debemos tomar conciencia de los cambios a mejor que hemos propiciado en los últimos años, y también de lo que hemos perdido. Propongo que dediquemos unos minutos a la semana a evocar juntos nuestra MEMORIA RECIENTE.