En muchas culturas existe algún tipo de ceremonia o liturgia para
marcar el final de la tierna infancia. La circuncisión de los musulmanes, es
una celebración familiar parecida a nuestra primera comunión, y sirve para
festejar un nuevo hombrecito en la familia. No hacen fiestas, que yo sepa, en
honor de las niñas. Los americanos, también a lo suyo, celebran el juramento a
la bandera, que es también una religión para ellos. Hay otros ejemplos; y creo
que podríamos generalizar diciendo que las celebraciones familiares son una
constante en casi todas las culturas; y que estas celebraciones retratan cómo
son las sociedades, mostrando por ejemplo, el machismo de unos o la obsesión
patriótica de otros.
En nuestra cultura, existió siempre una diferencia. Los bautizos, los
más modestos, apenas una merienda para los padres, padrinos y familiares
directos. Las comuniones, en un segundo nivel; y las bodas, fiestas por todo lo
alto; o por lo menos, lo alto que podía llegar cada bolsillo. En los últimos
años, el que más o el que menos, ha asistido a comuniones que bien podrían
haber sido bodas. Varios miles de euros,
que es mucho, si tenemos en cuenta cómo están los sueldos. Ha sido frecuente
pedir un crédito para pagar la comunión. Antes era impensable.
En los años setenta y ochenta las comuniones eran otra cosa.
Sencillamente, se le daba menos importancia, y se le dedicaba mucho menos
presupuesto familiar. Los trajes eran heredados y arreglados, o comprados en
Los Gómez-Pobres o en El Barato, que con sus nombres reflejaban el tipo de moda
predominante en Chiclana. Las niñas también iban de novia y los niños de
marinero o almirante. (¿Qué tendrá que ver el ejercito, los militares y los
símbolos bélicos con la primera comunión?…)
Además del traje, la foto de comunión era imprescindible. Antes no se
hacían tantas fotos y los abuelos tienen todavía colgadas en el salón las fotos
de comunión de entonces. Grandes, en marcos dorados y barrocos, niños
guapísimos con la mirada perdida y caritas de ángeles.
Al niño o niña se le solía
regalar una cruz o una medalla de la virgen, un libro de comunión en el que
firmaban todos los invitados, un reloj… Los niños llevaban un cordón… También
nos prestaban, para la foto en la iglesia, una pequeña biblia con las pastas
doradas y blancas de nácar. Todos tenemos nuestras fotos. Y una foto de
comunión de los ochenta es casi idéntica a una actual.
Pero las celebraciones, los convites, son muy diferentes. Entonces se
celebraban casi siempre en la propia casa o en el campo. Una comida, servida
por los padres y familiares allegados que hacían ese día de camareros,
cocineros y anfitriones. Recuerdo pedir prestadas sillas a mi vecina Manuela
(…un beso), y ayudar en la cocina de mi casa a cortar butifarra la noche antes
de mi comunión. He preguntado a amigos
de mi quinta, y muchos tienen un recuerdo parecido… llevar los sofás a casa de
un vecino,… una matanza en el campo,… que su abuela hizo un gazpacho caliente
enorme,… que como no cabían en el salón había varias mesas en habitaciones
distintas de la casa… que los niños
jugaban en la calle…
En los últimos treinta años, las comuniones fueron evolucionando, y
generando también una cierta economía. Más fotógrafos, más sitios de
celebración, más catering… Hace poco, había que contratar con meses de
adelanto; y hoy en día, podemos contar muchos establecimientos que viven de las
comuniones y de las bodas, aunque no están en su mejor momento. Incluso algunos
hoteles del Novo, entraron en este mercado, haciendo la competencia a los
primeros y más antiguos, como el Sotillo, o por supuesto, el Pico de Oro. ( …
Un beso para Juan Izquierdo, Chiona)
Pero la crisis aprieta, y no está la cosa para celebraciones de miles
de euros. Para algunas familias es un problema incluso ser invitado. Hay que
comprar vestuario, y algún dinero habrá que regalar. Por eso, muchos optan por
no ir, y las comuniones tienen muchos menos asistentes. Además, cosa que me
parece bien, no todo el mundo hace la comunión. Muchos padres piensan que ya
tendrá el niño edad de decidir sobre fe y estas cuestiones. E igual que hay
niños que no dan religión en el colegio, hay niños que no hacen la comunión.
Muchos otros, celebran la comunión en la iglesia, pero no hacen convite.
O lo celebran como antes, en sus casas, pidiéndole sillas prestadas a la
vecina, y cortando butifarra la noche de antes. Otra vez como en los ochenta.
Bueno, quizás lo otro fue un espejismo pasajero. Una
falsa y efímera prosperidad. En
cualquier caso, no se trata de polemizar. Que disfruten de las reuniones
familiares de Mayo, sea el convite como sea. La niña o el niño, seguro, por
encima de crisis y significados religiosos, disfrutará y quedará guapísimo en
la foto que colgará la abuela en el salón.
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