martes, 18 de junio de 2013

Los Males

  Me gusta bromear utilizando un lenguaje cerrado, de Chiclana, que normalmente no se comprende a la primera. El otro día, un conocido me preguntó que si iba a tener más hijos, y respondí que no; que iba a coger la carterilla a Vargas Ponce pa arreglarme…
¿Cómo?, me dijo sorprendido y sonriendo estechiclanero nacido en Granada. Yo le devolví la sonrisa y le expliqué, mientras apurábamos el café, tirando de memoria:
Uno de los primeros recuerdos que tengo de los médicos es una conversación con mi madre sobre el asunto. Mi pediatra era del Dr. X, que también tenía su consulta privada. Si el enfermo no podía desplazarse al ambulatorio, el médico del seguro lo visitaba a domicilio,pero según su disponibilidad. Mi madre, prefería llamarlode pago, sacando el dinero no sé cómo. Es decir, llamaba  a la consulta privada para garantizarse que el médico del seguro acudiría, sabiendo que la visita era de pago. Después de extender la receta correspondiente, el médico cobraba su visita con toda naturalidad y salía de casa. Yo quedaba en la cama de mis padres; porque antes, recibir al médico era todo un acontecimiento, y para ello, al enfermo se le presentaba en la mejor cama y con las mejores sábanas limpias.
Pagaba mi madre al médico dos veces: con el seguro y con dinero encima, como solemos decir. Ahora, cuando se habla de pagar por algunos servicios sanitarios, pagaruna segunda vez, se pretende volver a aquello, aunque por razones distintas.
En los setenta la mayoría de los niños nacíamos en casa, asistidos por las comadronas, a las que se llamaba con los primeros dolores de parto. Los practicantes visitaban también a domicilio, como ahora, para hacer las curas o poner las inyecciones. Recuerdo especialmente a Juanito el Chico. Una buena persona. Es curioso cómo al practicante se le llamaba por el mote, y a los médicos, en cambio, con el Don por delante. Hoy lamentablemente se ha perdido bastante el respeto a todos. Ahora y antes, médicos, comadronas y practicantes tenían mucho saber ymucho oficio, pero pocos medios.
En la Chiclana de los ochenta había un ambulatorio y no teníamos consultas de especialistas. Íbamos temprano para coger número. Al final de la larga cola, el celador tenía un taco numerado, uno por cada médico, como los tacos de papeletas que se venden en el estanco de la calle la Vega. Sin levantar la cabeza de la mesa, repartía todos los números. Si llegabas y no quedaban, tenías que esperarpara que te vieran por urgencias.
Cuando un niño llegaba con una brecha, y créanme que antes los niños se chocaban más que ahora, si el practicante o el médico no lo veía claro, decían, “esto espa Cádiz”. El ir a Cádiz, para asunto de males, llevaba implícito que los males revestían una cierta gravedad, solo superada por la expresión “estar ingresao”.
Ir a Cádiz en transporte público era una odisea. Primero, el canario en la plaza de Andalucía. No sé sipasaba cada hora o cada media hora. Una vez en San Fernando, en otra parada situada a unos cien metros, había que coger otro autobús, la carterilla para ir a Cádiz.Aquella era la parada porque la gente sabía que era allí, en la puerta del freidor, porque señal no había ninguna. Comolos autobuses eran de empresas distintas, y porque para estas cosas del transporte público, antes había menos sentido común que ahora, la correspondencia entre los dos autobuses no estaba garantizada. Es decir, podías llevarte media hora esperando en la puerta del freidor… Si era a la ida, se probaban los churros; y si era a la vuelta, elpescaito frito en papel de estraza, que es como está bueno.
En el ambulatorio de Vargas Ponce, nos encontrábamos con gentes de Conil, de Medina, deVejer… y de más sitios. Todos para ver al especialistacorrespondienteRecuerdo aquello como los hospitales de campaña de las películas de la segunda guerra mundial. Muchísima gente, con vendas y caras pálidas, esperando y esperando, sentadas, si tenían suerte, junto a las puertas de las consultas. Las paredes alicatadas con azulejos alargados de un color verde claro sucio, algunos rotos. Las puertas, con más manos de pintura blanca que un barco, y algún fluorescente parpadeando, para hacer ambiente… ¿Por qué hora va?... Acaba de entrar el de la diez y cuarto… ¡Pero si son las doce…!  
Supongo que con un par de minutos te tenían para cada paciente, era frecuente escuchar el sabio comentario:“he venido hasta aquí, y ni siquiera me ha registrao. Expresión popular que resume bastante bien aquello, mejor que cualquier encuesta de calidad de las que modernamente se hacen.
De modo que, recordemos, también con humor. En materia de saludsería bueno que volviésemos a tratar con el máximo respeto a todos los profesionales. Necesitan apoyo. Hay que valorar y defender lo que tenemos: Un buen y mejorable sistema sanitario público. Es decir, de todos.
En cualquier caso, deseo que tengamos que ir al médico lo menos posible, por muy cerca que esté y por muy bonito que sean los azulejosQue no habiendo males…
chiclanareciente@blogspot.com


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