viernes, 10 de mayo de 2013

Día de las Madres



Siguiendo con este torpe perfil sobre los cambios sociales que hemos experimentados en los últimos treinta años, y porque hoy es un día señalado para ello, permítanme unas líneas sobre las madres. Porque además, el cambio del papel de la mujer en nuestra sociedad es uno de los pilares de nuestra evolución hacia mejor.
En los años ochenta, las madres eran más jóvenes. Al menos eso dice el Instituto Nacional de Estadística. En Chiclana la edad media con la que una mujer tenía su primer hijo en 1980 era de 24,5 años. En 2011, la edad media de las primíparas es de 30,66. Seis años más.
Antes, muchas mujeres eran sobre todo madres y esposas, cuidadoras de sus mayores y amas de casa en exclusiva, con todo lo que eso significa. Las familias, institución sacralizada durante años, descansaba en la entrega absoluta de las mujeres. Ellas habían sido educadas para la renuncia a una parte de ellas mismas, el desarrollo  personal y profesional estaba mucho más limitado que hoy en día. (Que también lo está) No eran ni más ni menos felices. Era sencillamente un modelo social diferente.
Las madres sabían comprar en las tiendas del barrio o en la plaza, y sabían estirar el dinero. No tenían tarjeta, pero tenían un monedero mágico, que llevaban bajo el brazo cuando iban a Eco Carlos, que abrían solo un poquito para sacar lo justo, alguna moneda y algún billete muy dobladito. El monedero era milagroso, el dinero nunca se acababa. Y si se acababa, solo la madre lo sabía. Los padres solían limitarse a entregar el sobre; (antes también había sobres) y las madres, sin tener estudios en economía, demostraban cada día que una ruina bien administrada puede durar toda la vida.  Compraban un choricito de la guita verde para poner unas lentejas. Compraban cuarto y mitad de carne para guisar, y una latita de fuagrás con la que merendaban todos;  miraban los precios, y sabían de calidad. Hoy, todos compramos mucho más pero peor.
Esta dedicación casi en exclusiva a la casa es un fenómeno propio de nuestro entorno. En otros lugares, donde las faenas del campo lo requería, las mujeres han echado siempre sus peonás, como los hombres. O como en Galicia, dónde son tradicionalmente, las encargadas de mariscar. En Chiclana, muchas mujeres trabajaron con las muñecas, echando medios días o cosiendo para la calle.
Antes, las mujeres eran educadas para ser amas de casa. Los hombres no. En cierto modo, la familia  era también una institución de inter-dependencia. La mujer dependía económicamente del suelo del marido, el marido dependía de los cuidados de su mujer, (porque antes los hombres éramos más inútiles, si cabe, para cuidar de nosotros mismos); y, los hijos dependían siempre, de los cuidados de la madre. 
En las últimas décadas las mujeres se han incorporado al mercado laboral; y, aunque queda mucho por recorrer, tantos años de lucha por la igualdad van teniendo su fruto. También es cierto que antes una familia subsistía con un solo sueldo; y ahora, o trabajan los dos, en la calle se entiende, o ustedes me dirán cómo alimentamos nuestro consumismo insaciable. 
Sin renunciar a ser madres, Ellas se han desarrollado profesionalmente, y sobre todo, son mucho más independientes. Más libres.
Pero este desarrollo profesional, esta evolución, no ha supuesto en absoluto una menor dedicación a los hijos. A pesar de las trabas a la conciliación entre la vida laboral y familiar, una madre sigue siendo una madre. Es curioso el dato que nos da el INE: En 1980 solo el 3,57% de los nacidos en la provincia de Cádiz lo eran de una mujer no casada, que entonces era denominada madre soltera. El matrimonio y la maternidad, por ese orden a ser posible, estaban íntimamente ligados.  Y a una mujer se le exigía tener la seguridad del matrimonio antes de ser madre. En 2011, en cambio, un 41,51% de los nacidos, los son de madres que no han formalizado su matrimonio ni en la iglesia ni en el juzgado. Son parejas de hecho, inscritas o no, o son madres solteras, sin más. Quiero interpretar este dato como un indicador de la gran seguridad en ellas mismas y del grado de independencia que están conquistando las mujeres.
La maternidad, mucho más antigua que cualquier organización social, costumbre o cultura, se mantiene por encima de convenciones sociales, creencias o modelos  familiares. Está por encima de matrimonio, de relación de pareja si quieren; por encima del trabajo, de la familia, de la cultura y de la costumbre. Ya lo decimos en Chiclana. Una madre es una madre, y a ti te encontré en la calle.
Siento tener una cierta tendencia a lo sentimental, nunca fui muy cartesiano. Pero, si se trataba de hablar de las madres, ¿por qué me he enrollado tanto?.
Es mucho más sencillo: Nadie te mira como tu madre, nadie te abraza como tu madre, ni te pasa la mano por la cara como tu madre. Nadie piensa en ti como tu madre, ni te quiere como tu madre… Felicidades a todas las madres y un beso para la mía. 

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